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Olímpico 64, testigo de la historia



Es uno de los clubs de baloncesto más antiguos de Madrid junto a otros históricos como el  Liceo Francés, el Real Madrid, el Real Canoe  o el Estudiantes. Pero también es uno de los que mejor transmiten su historia. En el Olímpico 64, la pasión po...

Olimpico 64Es uno de los clubs de baloncesto más antiguos de Madrid junto a otros históricos como el  Liceo Francés, el Real Madrid, el Real Canoe  o el Estudiantes. Pero también es uno de los que mejor transmiten su historia. En el Olímpico 64, la pasión por el baloncesto pasa de padres a hijos. Muchos de ellos son vecinos de la misma zona, los alrededores de la avenida de Valladolid, entre Príncipe Pío y el puente de los Franceses. La fisonomía del barrio ha cambiado durante casi medio siglo, pero el Olímpico 64 conserva el mismo espíritu familiar de siempre.



 


Un entrenamiento en la única canasta
de la parroquia de San Pío X.

Las vidas del barrio y del club están unidas desde 1963, cuando un grupo de amigos decidieron crear un equipo de baloncesto. El primer problema era dónde jugar. "Tenían las canchas descubiertas que había hacia la mitad de río Manzanares y que siguen estado ahí, pegadas a la M-30 [entonces la autovía de circunvalación era sólo un proyecto]. Allí se reunían y jugaban. Como la parroquia de San Pío X estaba al lado, el párroco, don Agustín Díaz, les animó para que montara algo más organizado y así surgió la Agrupación Deportiva Manzanares", repasa Santiago Díaz, actual secretario general del club.

En 1964, se introducen nuevos deportes, rugby, fútbol y atletismo, el club se federa y cambia de nombre. Como ese año hay Juegos Olímpicos en Tokio, se elige la denominación de Olímpico 64, e incluso se organiza una 'miniolimpiada' en el barrio. "Luego llegaron más deportes, como el ajedrez o incluso el tenis de mesa, donde tuvimos a una chica campeona de España", apunta Santiago. Pronto el baloncesto y el rugby se convierten en los buques insignia del club. Hasta que en 1974 la sección de rugby se independiza y se traslada primero a Leganés y después a Pozuelo. "Ahí siguen -dice el secretario general- Hace poco contactamos con ellos, vino su presidente y resulta que había estado aquí cuando se formó todo".


Uno de los primeros equipos del Olímpico 64;
Antonio de la Serna aparece a la derecha con el dorsal 13.

Y es que el Olímpico 64 reparte recuerdos. Los más veteranos rememoran las casi impracticables pistas del Cuartel de la Montaña, llamadas así porque llegaron hasta la ribera del Manzanares desde el solar que dejó el cuartel en la Guerra Civil, donde ahora se encuentra el Templo de Debod. El club también pasó por el patio de la parroquia "para los entrenamientos porque sólo tenía una canasta"; por la cancha prestada de los Escolapios, o por las históricas pistas de Comandante Fortea 25, que albergaron los partidos hasta que en los años setenta se volvió al Cuartel de la Montaña, ya convertido en el Centro Deportivo Municipal José María Cagigal. Su pabellón, situado en una inusual tercera planta, se convirtió por fin en la sede definitiva.


Las canchas situadas en el parque de Comandante Fortea fueron el escenario de los primeros partidos.

Ya desde el principio, bajo la presidencia de José Luis Albarrán, funcionario de la Delegación Nacional de Educación Física y Deporte (precedente del CSD), el club adquirió una filosofía familiar. Daniel y Antonio de la Serna son dos nombres míticos en la historia del club Nombres como Daniel de la Serna, uno de los pioneros, alma mater del club y vocal de la junta hasta el año 2004, y su hermano Antonio, jugador, entrenador histórico del Olímpico 64 y referente del baloncesto madrileño, a quien se recuerda con un torneo memorial desde su fallecimiento en 2007. También Mari Carmen Vilar, una de las primeras jugadoras, esposa de Daniel y madre de Daniel y Ángel de la Serna, que, cómo no, siguieron la tradición familiar.

En casi cincuenta años se han producido numerosos cambios, en la cancha, en la directiva y hasta en los escudos, pero siempre sin rupturas, conservando las raíces. "Daniel y Ángel de la Serna juegan con los veteranos y, junto al vicepresidente, Carlos Montero, representan el nexo de unión entre los antiguos y los nuevos jugadores". Juan Gómez Morante, el presidente, otro de los pioneros, está al frente de una junta directiva renovada en 2004 y que sigue presentado aires familiares. El testigo ha pasado de la familia De la Serna a la Díaz Mateos. El secretario general, Santiago Díaz, es hijo de los tesoreros, José María Díaz y María Mateos. Santiago lleva 18 años en el Olímpico 64, donde empezó a jugar en cadete. No es un caso aislado. Javier Zamora, vocal en la directiva, jugador y entrenador de tres equipos, comenzó a los ocho años, en la escuela de baloncesto. Tras su paso por el Buen Consejo y el San Agustín, regresó al Cagigal, donde compagina su labor con la de seleccionador mini masculino de la Federación de Baloncesto de Madrid y técnico ayudante de la selección U15 española.


Un equipo de los 70 entrenado por Antonio de la Serna y con Paco de la Torre (4),
que llegó a jugar en el Real Madrid.

La renovación en la junta directiva trajo consigo un resurgimiento del club tras una dura etapa de transición. "Lo más complicado fue entre los años 2002 y 2004, cuando unos salían y otros entrábamos. Los que estaban lo mantenían por cariño al club y al traspasarnos la responsabilidad buscaban aire fresco". Esa transición, en la que colaboró activamente el histórico Daniel de la Serna padre, dio comienzo a una nueva etapa. "Comenzamos a potenciarlo un poco, a moverlo, hicimos la página web. Cuando llegamos había cuatro equipos masculinos y uno femenino. El primer año conseguimos sacar algún equipo más. Buscamos más cantidad y poco a poco también más calidad", recuerda Santiago. 


El club en los años 80. A la derecha, con traje, Daniel de la Serna.

El último estirón residencial, en los primeros años del siglo XXI, sirvió de ayuda: "Nos vino muy bien que hicieran los pisos nuevos en la zona de Príncipe Pío para que vinieran más niños porque el barrio se nos queda un poco pequeño". Quizá por esas limitaciones de un barrio encajonado entre la Casa de Campo y el Parque del Oeste, y partido en dos por el río Manzanares, el Olímpico 64 no sólo está formado por los vecinos: "Los niños pequeños suelen ser de aquí, pero a partir de cadete llega bastante gente de fuera. Incluso hemos tenido un jugador júnior que venía desde El Boalo. Su padre y él hacían cincuenta kilómetros de ida y cincuenta de vuelta todos los días".

En la temporada 2010/11, el Olímpico 64 ha alcanzando los 200 jugadores repartidos en 16 equipos, diez masculinos y seis femeninos, más dos escuelas de baloncesto. En el área técnica, una veintena de entrenadores, la gran mayoría ex jugadores o jugadores en activo, como Javier Zamora. Para Santiago, los planes de futuro consisten en "seguir mejorando en calidad, sobre todo, en la parte femenina que es lo que más nos ha costado recuperar. Es complicado captar a las chicas pero también mantenerlas"


Un entrenamiento en el pabellón, situado en la tercera planta
del Centro Deportivo José María Cagigal

A pesar de los problemas para conseguir una sólida base femenina, las chicas de Primera Nacional son las que han dado mayores satisfacciones al club en las últimas temporadas. En la 2009/10 conquistaron la Final a Cuatro y lucharon por el ascenso a Liga Femenina 2; en la 2010/11 se mantienen entre las aspirantes. Zamora, su entrenador, comenta que "hemos encontrado un grupo y una dinámica de trabajo bastante buena, pero lo importante es el trabajo diario, el ambiente de un club en el que todos se conocen. Eso es lo que buscamos". Santiago Díaz apunta que "a veces cuesta que las chicas asuman un alto nivel de exigencia, pero cuando lo hacen funcionan mucho mejor que los chicos". Y no descarta un futuro ascenso de categoría aunque "pasar a LF2 supone un semiprofesionalismo que hoy no nos imaginamos. Nosotros vivimos de las cuotas de los jugadores, de vender lotería, de hacer fiestas... "Cuando las chicas asumen un alto nivel de exigencia funcionan mejor que los chicos"Pero si hay posibilidad de un ascenso, intentaremos que así sea".

Entre los capítulos más curiosos de la larga historia del club está la fusión con el Atlético de Madrid. "Hubo dos intentos y duró poco pero recuerdo haber visto alguna camiseta del Atlético con el escudo del Olímpico", dice el secretario general. Y también hay sitio para los grandes jugadores. Por ejemplo, Paco de la Torre, que se marchó al Real Madrid en los años setenta y ahora es uno de esos ilustres veteranos que siguen vinculados al club; o Iván Humanes que, procedente de LEB Oro, pasó por el Olímpico 64 antes de incorporarse al Fórum Valladolid de ACB.


El equipo femenino de Primera Nacional se codea con los grandes de la categoría.

De aquellas pistas de Comandante Fortea 25, con canastas 'prestadas' por el INEF y nunca devueltas, a un  pabellón, el del Cagigal, al que se sube en ascensor. De una colonia recién creada a orillas del Manzanares a un barrio céntrico y moderno. Muchas cosas han cambiado en casi cincuenta años. Pero las mismas familias siguen unidas por el baloncesto. Los padres, que ya jugaron en el Olímpico 64 -algunos todavía lo hacen en los veteranos- acuden a los entrenamientos de sus hijos. Como Paco de la Torre, con un hijo en el equipo junior. Un conjunto que, mientras se entrena, sirve de modelo a Javier Zamora para resumir la filosofía del club: "Los jugadores están ahora en la cancha, y los padres, que están en la grada, jugaban en el mismo equipo hace cuarenta años, en otras condiciones, en otras ligas. Es como si los chicos llevaran toda la vida porque que sus padres ya jugaron aquí. El Olímpico 64 es un club con mucha tradición". Y, lo más importante, sabe cuidarla.


La foto de familia del Olímpico 64 correspondiente a la temporada 2010/11.

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