Federación de Baloncesto de Madrid

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ÁRBITROS - Noticias

"Todavía me preguntan si vuelvo a arbitrar"



Recuerda perfectamente el último partido que dirigió, en Robledo de Chavela, con 78 años. En el minuto siete, notó dolor en una rodilla. Después, cuando había comenzado el tratamiento de la tendinitis, llegó la pandemia. Ahora, con 80 años recién cumplidos, Francisco Tajahuerce Antoranz, Paco Antoranz en el mundo del baloncesto, sigue en condición de disponible para el Comité de Árbitros, pero sabe que no volverá a arbitrar. Su cuerpo ha dicho basta. Es el adiós de un histórico del arbitraje madrileño. Posiblemente el árbitro más veterano de España. Seguramente uno de los más queridos y respetados.


Llevas casi año y medio sin dirigir un partido, ¿recuerdas el último?

En Robledo de Chavela, en la mesa estaba Alberto [su hijo mayor]. Era un sénior masculino y fue el 15 de diciembre de 2019, domingo. Estábamos a las faldas de Navidad. Luego empezó enero y ya no arbitraba porque tenía esto [se toca la rodilla], y en marzo se paró la competición. No he vuelto a coger el silbato desde aquella fecha. Ese día no calenté bien. Me puse a hablar con un entrenador que conocía, con los jugadores... y a los siete u ocho minutos, en una carrera... [hace un gesto de dolor]. Acabé el partido, ¡eh!, porque se jugaban el acceso a otra fase. Se lo dije a ellos: Miren ustedes, yo procuraré... Mi compañero me ayudó y lo terminé.

Primero llegó la tendinitis y después la pandemia, ¿cómo has pasado estos meses?

Mal, no, muy mal. Yo vivo solo y el arbitraje, sábados y domingos, para mí era media vida. Salía el sabado a las cinco de la tarde, tenía dos partidos, y volvía a las nueve y media. Me duchaba y cenaba. El domingo dos más, uno por la mañana y otro por la tarde. Un día y medio en el que estaba con mis hijos [oficiales de mesa de la FBM], si me tocaba, y si no con los demás compañeros. Y a tomarse una cervecita después o, si no, para casa tranquilamente, pero seguía en ese mundo. ¿Qué pasó? ¿Qué pasa en invierno, cuando a las cinco es de noche? No solo entre semana, lo noto más el sábado y el domingo. ¿Dónde vas? ¿Qué haces?

Has estado más de media vida de pabellón en pabellón...

Además, hace tiempo que me jubilé, con 74 años. Era comercial, salía y entraba... siempre estaba entretenido, y encima los fines de semana también. Mi actividad siempre ha sido de entrar y salir, sin parar.

Empezaste a arbitrar en Sevilla, ¿o fue en Barcelona?

En Sevilla... bueno, en Barcelona sí, pero eso fue anecdótico. Tenía 19 o 20 años y, es curioso, el compañero de trabajo de mi padre en Catalana Occidente era un tal Santiago Fernández, que fue árbitro internacional. Su hijo también estuvo en ACB. Le dijo a mi padre: Dile a tu hijo que haga el cursillo. Te estoy hablando del año 60. Pero después fui a la mili y ya, se acabó.

Años después llegas a Sevilla,
¿por qué te dio por el arbitraje?

La verdad es que no lo sé. No conocía a nadie, pero el Colegio de Árbitros de Sevilla lo llevaba Manolo Blanco, una persona muy agradable, y estaba a tres puertas de mi casa. Esto sería en el 79 [tenía 38 años]. En el curso recuerdo a un árbitro de 20 o 22 años, Álvaro Herrera. Yo hacía preguntas fuera del reglamento como qué pasa si ocurre alguna incidencia a la salida, y me dijo: Vete a tu casa, Paco, que tú ya estás para arbitrar. Ya te llamaremos. Y, efectivamente, me llamaron, y me mandaban a Écija o a Los Palacios, donde fuera... Así empecé.



En 1981, con 40 años, llegas a Madrid...

En mayo del 81 nos vinimos para aquí y busqué dónde estaban los árbitros. En aquel tiempo estaban en la Cuesta de Santo Domingo. Estaban Mario Coma, Antonio Ballesteros... Pidieron un informe a Sevilla preguntando si valía para arbitrar. No sé si debería decirlo, pero les contestaron: Este señor se ha equivocado de carrera porque si tuviera 25 años, estaría en ACB. Empecé tarde, pero aun así arbitré lo que entonces se llamaba Tercera División, que ahora sería el equivalente a Primera Nacional. Años después, cuando tenía 48 o 49, me dijeron que ya no podía arbitrar categorías nacionales, pero de ámbito autonómico todo lo que me dieran. Y, efectivamente, hasta ahora.

¿Aparte de arbitrar, has tenido más relación con el baloncesto?

Jugué al baloncesto en Barcelona, con 14 o 15 años, porque antiguamente en los barrios había un frente de juventudes. Era como un centro recreativo donde había balonmano, fútbol, baloncesto... Unas instalaciones como podría ser aquí la Ciudad Universitaria, y allí empecé a jugar al baloncesto. Me fui a la mili y cuando volví me hablaron del Club Natación Pueblo Nuevo [CN Poble Nou]. Jugué y hasta ayudé como entrenador. A las nueve y media jugaban los juveniles, a continuación el segundo equipo, el de reservas, y después el primero. Nos íbamos en autocar los tres equipos juntos con algún padre. Luego la categoría de reservas se quitó, y se puso infantil, que entrenaba yo. Había infantil, juvenil y primer equipo.

Tus hijos Alberto y David son oficiales de mesa de la FBM. ¿Te costó mucho meterles el gusanillo del baloncesto?

En el 95, cuando Alberto tenía 15 o 16 años y su hermano 9, le dije: Alberto, ¿tú qué haces los sábados por la tarde y los domingos por la mañana? Entonces había centros recreativos y allí se juntaban los amigos... Le dije que en lugar de gastar dinero podía ganarlo. Ahora sí, tenía que sacrificarse. Le propuse que fuera a hacer un cursillo de anotador o, si quería, de árbitro. Me dijo [sonríe] que no valía para árbitro, que si alguien le decía algo no se iba a callar. Hizo el de anotador y le ponían conmigo. Íbamos los dos, hacía sus partidos, cobraba sus dietas y le fue gustando. De hecho está en ACB. David ha estado en EBA, pero en su empresa ahora está en el turno de noche y sale a la siete de la mañana.

El trabajo es lo más importante...

Yo siempre les he dicho que la prioridad es el trabajo. Ahora, si tienes tiempo libre, ¿por qué no?

Cuando coincidías con ellos, ¿qué sentías?

Yo le decía a mi compañero: Este es mi hijo. Y cuando coincidían los dos me decían: Paco, ¿hoy los dos? Sentía mucho orgullo. Estoy muy contento con ellos porque son muy responsables. En el baloncesto, por ejemplo, es importante cumplir con el horario. Si vas con el coche y algún día tienes un percance, llamas, avisas, pero tiene que estar justificado. Mira, mi hijo mayor con 16 años era de armas tomar. Le decía: Alberto, mañana salimos de casa a las 10. Era menos cinco y no estaba, las diez y tampoco... En el coche le decía: Alberto, no tengo necesidad de correr por tu culpa, algún dia te vas a quedar en casa. Pues más de un domingo se quedó en casa y fue al partido como pudo, en autobús o en el metro. A la tercera o cuarta vez dijo que vale, que estaba a su hora y se venía conmigo.

¿Qué te ha dado el arbitraje?

Muchos amigos. Me siento muy valorado por la gente. Casi siempre, en el 80 o 90 por ciento de las veces, al acabar el partido me han dicho: A ver si le volvemos a ver por aquí... Eso me enorgullece. En casa tengo recuerdos de muchos torneos en los que he estado. Por ejemplo, en La Paz, en Parla, con Luis Otero, que en paz descanse; en Arganda, Rivas, Pinto... Esta camiseta que llevo me la regalaron en un Pinto-Estudiantes. Aún me acuerdo.

Te iba a preguntar si no te cansaba ir todos los fines de semana de pabellón en pabellón, pero...

No. No me ha cansado nunca. A veces me jodía correr tanto de un sitio a otro, pero nunca me he cansado. Además, era muy fácil, podía decir que dejaran de ponerme partidos, pero nunca... Bueno, solo una vez dije que no quería volver a un campo. Fue un partido de chicas. Faltando tres o cuatro minutos para acabar el partido, en un tiempo muerto, un señor cruzó la pista, le dije que no podía pasar por allí, me dijo que lo volvería a hacer y avisé al delegado. Cuando salí me dijo de todo: Abuelo, jubilado, te voy a dar... Iba con mi hijo pequeño y me agarró. Pedí no volver a ese campo, aunque después he vuelto alguna vez y no estaba.

Has arbitrado partidos de competición, en los que los equipos se juegan mucho, y de formación, ¿qué diferencias hay?

En formación a veces el problema son los padres, que saben más que los entrenadores, que los jugadores y que los árbitros. Tengo una anécdota. Un partido de mini en el colegio Estudio, que entonces era todo al aire libre. Había un señor detrás de la mesa echando pestes, todo lo que quieras... Se va al banquillo del equipo de su hijo, no sé si era el de casa o el de fuera, y empieza a gritar: ¡Tira de tres, tira de tres! Hay un tiempo muerto y su hijo en lugar de ir al banquillo, se va al padre. ¿Sabes qué le dijo? Papá, aquí no valen las canastas de tres puntos. El hombre se marchó. Y otra... Hace dos años, la última vez que arbitré en Atocha, en un partido de niñas, había unos padres allí, dirigiendo el partido ellos. En un momento paré el partido y les dije: Miren ustedes, vayan allí, al bar, se toman un café y dicen que lo paga Paco Antoranz, que soy yo, pero dejen jugar a las niñas como ellas quieran, que esto es un torneo, no una competición. Acabó el partido, vinieron y me dieron las gracias.

Tienes fama de ser un arbitro dialogante...

A veces demasiado.

... que cuando un niño cometé una infracción le explicas lo que ha sucedido...

Sí, y a algún mayor también.

... y que trata a los jugadores de usted.

A los niños no, pero a partir de júnior o sub'22, siempre de usted, aunque los conozca porque son del barrio. Antes, cuando vivía en Santa Eugenia, conocía a muchas chicas del barrio. Les decía: Por favor, señorita, eso no lo haga, que se va usted a la ducha...

Desde tu experiencia, ¿qué debe tener un buen árbitro?, ¿cómo debe ser?

Hombre, hay muchos matices. Que sea educado, aseado... No digo que el pantalón tenga que ser de marca, pero que vaya presentable. Eso también hace que te respeten. Y luego hay que saber estar. Hay que ser educado. A mí alguna vez me han podido llamar mal árbitro, pero nunca maleducado. El árbitro es el primero que debe dar ejemplo. Yo a los compañeros se lo digo: Tú estás aquí porque han pagado. Si no hubiese equipos que pagan, ni tú ni yo estaríamos aquí arbitrando. Un respeto para el que paga, y tú, que estás haciendo tu trabajo, también hazte respetar.

¿Sigues pensando en volver a las canchas?

No. Me he enfriado ya y no quiero, porque este dolor es crónico. Ahora para levantarme... [hace un gesto de dolor] No puedo. El médico me ha dicho: Camine, camine... Y lo hago. Salgo por la mañana, salgo por la tarde, y sí, bombeas este [se señala el corazón]. Eso es bueno. También me han hecho una analítica y no tengo nada.

¿Hay algún jugador, entrenador o árbitro que recuerdes especialmente?

Hay muchos. Me he sentido muy apreciado. He hecho muchos torneos y todavía me llaman para preguntarme si voy a volver. Lo malo es que ya no puedo.

La charla termina, pero Paco continúa: "No me has preguntado por qué me llaman Antoranz y no Tajahuerce..."

¿Por qué Antoranz?

Cuando fui a Sevilla, Manolo Blanco me preguntó: ¿Y tú cómo te llamas, miarma? Así, como hablan ellos... Francisco Tajahuerce ¿Taja qué, qué has disho? ¿Y de segundo? Antoranz. ¡Ah, eso sí, Antoranz!


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